Ciclo de conferencias "Demography Today": "El hambre no vale la pena"

Lun, 11-03-2019; 01:00
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Por Joel E. Cohen, Cátedra Abby Rockefeller Mauzé de Estudios de Población en la Universidad Rockefeller y en la Universidad de Columbia, Nueva York

Lugar: Fundación BBVA - Paseo de Recoletos, 10 28001-Madrid

Ciclo de conferencias "Demography Today 2018/2019"

Los avances en la productividad agrícola no tienen precedentes. La triste paradoja es que, en 2017, aproximadamente 800 millones de personas padecían hambre crónica y 150,8 millones de niños menores de 5 años padecían retraso del crecimiento debido a la desnutrición crónica (22.2 por ciento de los 677.9 millones de niños menores de 5 años). Muchas más personas padecían hambre crónica que hambre aguda como resultado de las hambrunas debido a la guerra, los problemas ambientales o las intervenciones gubernamentales a corto plazo. En el mercado mundial de cereales, las personas con hambre crónica ejercían una demanda menos efectiva (demanda respaldada por los pedidos de los clientes y la capacidad de pago) que las personas que compraron los granos para alimentar a los animales o para la producción industrial, o que optaron por almacenarlo para futuras ventas. Como resultado, las personas consumieron menos de la mitad (42.8 por ciento) de los cereales que se cultivaron el año pasado.
El hambre de aquellos que son demasiado pobres para pagar por suficientes alimentos es económicamente invisible en los mercados actuales de granos. Pero los efectos acumulativos del retraso del crecimiento en la niñez a causa de la desnutrición crónica reducen sustancialmente el ingreso nacional en los países en desarrollo. Los gobiernos, respaldados por instituciones económicas internacionales, deberían crear bonos contra el hambre para inversionistas pacientes, públicos y privados, para erradicar el hambre crónica hoy, a cambio de una fuerza laboral más saludable y productiva en el futuro. Solo los argumentos puramente económicos justifican la erradicación del hambre crónica. Los análisis económicos ignoran el valor intrínseco de que cada vez haya menos niños que mueran jóvenes y de menos cerebros de los niños supervivientes dañados por el hambre. Los límites morales de los mercados se transformaron durante los últimos dos siglos para excluir a la esclavitud. En un mundo de alimentos superabundantes, los límites morales de los mercados deben moverse nuevamente para terminar con el supuesto y la práctica de que la capacidad de una persona para pagar por los alimentos determina si él o ella pasan hambre.

Organiza: Diego Ramiro Fariñas (IEGD-CSIC)

 

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Joel E. Cohen